
TIJUANA, MĂ©xico — Los inmigrantes haitianos cambiaron la cocina de LoncherĂa Dulce, un changarro en el centro de Tijuana conocido por sus quesadillas y su delicioso bistec ranchero.
La dueña de LoncherĂa Dulce, Fausta RosalĂa, me dijo que decidiĂł cambiar su menĂş mexicano cuando cinco mujeres haitianas llegaron al comedor anhelando un sabor casero.
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En los últimos meses una oleada de haitianos ha llegado a la ciudad fronteriza intentando cruzar hacia los Estados Unidos para pedir asilo. Los albergues de la ciudad estiman que ya hay más de 2,000 haitianos en Tijuana.
“Las mujeres me dijeron si les daba permiso para hacer un poco de comida para ellas en la cocina”, me dijo RosalĂa. “La comida de aquĂ no les gusta”. Una de la haitianas incluso le hizo una propuesta: “¿QuĂ© le parece si hacemos comida de nosotros y la vendemos? Yo trabajo con usted”.
RosalĂa pensĂł que podrĂa ser una buena oportunidad para su negocio y una manera de atraer a la nueva clientela de inmigrantes haitianos que se van de la isla extrañando el aroma y el sabor de su cocina tradicional.
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Entonces decidiĂł acompañar a las haitianas al mercado para comprar los ingredientes necesarios para cocinar el tĂpico pollo haitiano: cebolla, cebollĂn, chile habanero, chile seco, manteca y aceite.
Y asĂ es como naciĂł el primer restaurante haitiano de Tijuana.

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La LoncherĂa Dulce ya tiene un mes vendiendo platos de pollo frito haitiano con verduras, arroz y habichuelas a 40 pesos (dos dĂłlares). Ha dejado de ofrecer los tacos y las tortas para darles una comida que les recuerda a su paĂs.
Es un pedacito de casa en una tierra lejana y extraña.
“DespuĂ©s de tres meses de viaje tenemos suerte de comer un pollo con el sabor haitiano”, me dijo Charles, un inmigrante haitiano que pidiĂł no publicar su apellido. “Mucha gente no logrĂł llegar hasta aquĂ”.
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Charles tiene 24 años y naciĂł en Port-au-Prince pero viviĂł casi cinco años en Brasil trabajando como plomero. Sin embargo, la crisis econĂłmica y polĂtica en el paĂs sudamericano lo impulsĂł a buscar una nueva vida en Estados Unidos.
RosalĂa entiende a los haitianos porque ella tambiĂ©n fue migrante. NaciĂł en el estado de Oaxaca pero se fue a la Ciudad de MĂ©xico buscando trabajo y acabĂł en Tijuana abriendo un changarro de comida mexicana. Su esposo y su hija ahora trabajan en el comedor junto con tres mujeres haitianas.

Heriberto Paredes
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El changarro, que se encuentra dentro de un taller de autos en la Calle Ocampo, se llena a las 11 de la mañana. Algunos mexicanos se acercan por curiosidad al ver una congregación de hombres de tez negra.
RosalĂa me dice que su nuevo menĂş ha logrado trascender las barreras culturales. “Ahora vienen mexicanos, tambiĂ©n americanos. El otro dĂa vino una señora y me pidiĂł comida para llevar al otro lado”.
Incluso los albañiles de la zona se dirigen al comedor para probar los platos caribeños.
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El changarro se ha vuelto tan popular y ya tiene tanta demanda que los clientes llegan temprano para apartar su comida. Se les entrega una ficha para que puedan volver más tarde a comer.
RosalĂa ya se sabe las recetas pero dice que son las cocineras haitianas las que le dan el toque mágico a la comida.
“La principal diferencia con el pollo estilo mexicano es el condimento”, explica. “TambiĂ©n hacen el arroz de otra manera. Ellos dicen habichuela pero para mĂ es frijol. Usan mucho frijol en la receta. Ahora estoy comprando seis kilos de frijol al dĂa”.
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RosalĂa subraya el esfuerzo de las haitianas y su buena disposiciĂłn para trabajar. Dice que incluso ya habla con ellas en español.
La mayorĂa de los haitianos que van al changarro pasaron tres meses viajando por tierra desde Brasil. Muchos de ellos se asentaron en el paĂs sudamericano despuĂ©s del terremoto de 2010 que devastĂł a la isla. El gobierno brasileño ofreciĂł incentivos para que los haitianos trabajaran en la construcciĂłn de las obras para el mundial de fĂştbol y las Olimpiadas.
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Pero el sueño brasileño ha desaparecido y ahora muchos están mirando hacia el norte.
Hasta hace poco el gobierno de Estados Unidos ofrecĂa el Temporary Protected Status o “Estatus de ProtecciĂłn Temporal” para las vĂctimas del terremoto en HaitĂ de 2010. Esto le permitĂa a muchos inmigrantes haitianos no ser deportados y recibir una visa humanitaria al llegar a Estados Unidos.
Sin embargo, el 22 de septiembre el Departamento de Homeland Security anunciĂł que retirarĂa esta polĂtica migratoria para los haitianos. Ahora los haitianos tienen que pedir asilo en Estados Unidos y están expuestos a la deportaciĂłn si no reciben un estatus legal.
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La mayorĂa de los haitianos ingresan a PerĂş y pasan por Ecuador, Colombia y el resto de CentroamĂ©rica para llegar a MĂ©xico. Hacen este recorrido con la ayuda de un coyote y al cruzar MĂ©xico se entregan a la autoridades migratorias en Tapachula, Chiapas.
AhĂ les conceden un “salvoconducto” que les permite estar en MĂ©xico de 20 a 30 dĂas sin ser deportados. Los haitianos aprovechan este permiso para llegar hasta el norte de MĂ©xico e intentar cruzar a Estados Unidos.
Desde mayo los albergues en Tijuana se han estado llenando de inmigrantes haitianos. Las autoridades migratorias en Estados Unidos le han pedido a sus contrapartes mexicanas controlar el flujo. Los haitianos deben registrarse en las listas de las organizaciones humanitarias en Tijuana que se encuentran en cordinaciĂłn con agencias gubernamentales y las autoridades migratorias. De 50 a 100 inmigrantes son procesados por dĂa para solicitar asilo en Estados Unidos.
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Sin embargo, los largos procesos hacen que muchos se queden varados por meses esperando una fecha para poder cruzar. Algunos de los hombres se encuentran dentro de centros de detenciĂłn y son sus esposas y hijos quienes acuden a las citas de entrevista para pedir el asilo.
Algunos de los que se encuentran varados en Tijuana buscan trabajo y la mayorĂa se las idea para no tener que regresar a HaitĂ. El reciente paso del Huracán Matthew sĂłlo ha empeorado las condiciones en la isla.

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El changarro de RosalĂa se ha convertido en un punto de encuentro para los inmigrantes haitianos en Tijuana e incluso ha promovido la convivencia con los residentes.
Tijuana siempre se ha caracterizado por ser un lugar de migrantes chinos, centroamericanos y otros estados de la RepĂşblica. Sin embargo, la presencia de miles de haitianos no pasa desapercibida en una ciudad con una poblaciĂłn afro-descendiente casi inexistente.
Y no todos los tijuanenses son como RosalĂa. Algunos comerciantes del centro han empezado a quejarse de la presencia de inmigrantes “negros” en las calles. TambiĂ©n se han creado grupos en Facebook en contra de los haitianos.
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El flujo migratorio de los haitianos parece sacar lo mejor y lo peor de los tijuanenses.
Charles se termina el pollo que ordenó y se queda platicando mezclando el francés y el portugués.
“Las naciones ricas deben realmente ayudar a las naciones pobres o habrán muchos más migrantes. Solo queremos escuelas, hospitales, trabajo”, dice.
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Tiene una cita en noviembre para cruzar hacia Estados Unidos. No sabe si va a poder quedarse. La incertidumbre es aterradora pero mientras está en la LoncherĂa Dulce se muestra sonriente.
La comida de su paĂs natal parece darle una paz interna y por un par de minutos siente que nunca se fue de casa.