Pero la vida de Fátima y de sus tres hermanas, todas ciudadanas estadounidenses, es un nudo. Su papá, Rómulo, está arrestado desde el 28 de febrero, enfrenta una posible deportación y la familia se ha quedado sin su ingreso principal.

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Otros niños temen correr la misma suerte que Fátima. En Estados Unidos hay 4 millones y medio de menores de edad que tienen, al menos, un padre o una madre sin papeles.

Hay personas como Fátima que, aunque quieran, no pueden separar su vida de Trump. Desearían alejarse del hombre que, en una medianoche reciente, sacó un misterioso tuit con una palabra incomprensible: covfefe. No se rompan la cabeza tratando de entenderlo. Fue seguramente un error de dedo. Pero lo grave es que nadie le pudo decir a Trump que no lo escribiera y el mandatario se tardó seis horas en retirarlo de Twitter. El aislamiento de Trump es patente y preocupante.

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El mismo presidente que tuitea irresponsablemente en horas en que la mayoría de los mortales duermen, es el que acaba de sacar a Estados Unidos del único tratado que existe para los hijos de los hijos de nuestros hijos puedan vivir en un lugar más o menos estable y seguro. Pero Trump, como un bully en recreo, no le importa nada más que él.

Trump me recuerda tanto una frase fulminante del escritor Gabriel García Márquez en su novela El Otoño Del Patriarca: “Mírenlo que ya no puede con su poder, que está gobernando dormido”.

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